martes, 4 de noviembre de 2008

El país del viento de William Ospina


Por Leonardo Iván Martínez
Ospina, William
El país del viento, Casa de las Américas.
Cuba, 1992.

Miren cómo el poeta observa el globo terráqueo, el representante a escala de la tierra asequible a las manos del artista. Miren cómo examina y busca el modo de colarse en cordilleras, valles, ríos y costas; hombres e historia.
América existe antes de que fuera América, tiene las huellas de miles de caminantes y navegantes asentadas en su tierra, y la palabra ha volado desde Bering hasta la Tierra de Fuego junto con su historia. A modo de memoria del quinto centenario, en el año de 1992 el poeta colombiano William Ospina publicó el poemario titulado El país del viento, un íntimo bosquejo y recorrido de punta a punta de nuestro continente, un rescate de la palabra colectiva de las Américas. Con este poemario Ospina demuestra su influencia al seguir los pasos que Pablo Neruda inició en el año de 1950 con la publicación del Canto General, tal vez el más ambicioso compendio de poesía épica de la segunda mitad del siglo XX.
William Ospina teje de manera armoniosa en El país del viento una multiplicidad de voces, históricamente contrapuestas sólo en apariencia; concilia la visión de personajes como Rodrigo de Triana, Manuela Saez, y Walt Whitman y nos traslada en la narración de referencia ancestral de los migrantes polinesios por las costas de Chile.
La voz del indio americano susurra a la luna En una tienda de Dakota cuando Ospina escribe: “La tibia la joven doncella se interna en el país de la sangre fértil,/yo soy el bendecido por la miel de los brazos en la penumbra,/ y una sección rasgada en la piel de la tienda deja ver la maciza blancura,/ el fulgor que sostiene en el cielo la continuidad de este sueño.” El erotismo lunar descrito desde el interior de una tienda nómada, cercada por búfalos es por su puesto parte de esa desconocida historia emocional de América. Pero también el miedo sopla en este país de viento, el conquistador que poco a poco será conquistado y que la voz del poeta parece recordarle al oído a Rodrigo de Triana: “eres un cuerpo humano, pequeño y frágil, meciéndose en lo alto/del mástil,/ como un péndulo inverso oscilando en el viento salado,/ en el viento hechizado, el en aire,/y por instantes te adormeces en el balanceo de las pesadas/ montañas de agua”. Sentimientos humanos conjugados con la historia, con el verbo, con una exploración que el poeta hace suya y la vuelve cuerpo estético. La palabra se hace historia, se teje con una colectividad, con el remo del polinesio y con los barcos del viking sorprendido por el mar en esas costas ignotas que siglos después llamarían Tarranova, la tierra nueva.

Selección de poemas de El país del viento.

El geólogo

Aquí hubo un mar hace un millón de años.
El hombre no lo sabe, mas la piedra se acuerda.
Pártela: hay un cangrejo en sus entrañas,
todo de piedra ya, forma magnífica
que se negó a ser polvo.
Ante el peñasco y el guijarro, piensa
que acaso fueron seres dolorosos,
sangre y pulmones palpitantes.
Entre la ciega roca
y el trémolo extasiado de la salamandra
tan sólo hay tiempo.

En una tienda dakota

La enorme luna blanca está tan cerca del horizonte que las hierbas
/se inclinan,
y el bisonte se duerme en un incendio frío bajo los invertidos desiertos,
y el grito del amor podría quebrar este cristal y esparcir sobre el mundo
informes monumentos de jade blanco y grandes rocas del color
/de las perlas.

La tibia la joven la firme doncella se interna en el país de la sangre
/fértil,
yo soy el bendecido por la miel de sus brazos en la penumbra,
y una sección rasgada en la piel de la tienda deja ver la maciza blancura,
el fulgor que sostiene en el cielo la continuidad de este sueño.

Abrázame que vienen las grandes paredes de hielo,
bésame para que una sombra de labios me salve de la sequía,
ámame para que mañana una antorcha despierte a los lobos,
canta o reza en mi oído después del amor para que la luna
/ no se seque en los ríos.