martes, 15 de septiembre de 2009

De flores y fusiles

La mañana del 25 de abril de 1974 Lisboa despertó con la noticia de un levantamiento militar en contra del gobierno de Marcelo Caetano, heredero político de la dictadura fascista del general Salazar, el Franco portugués. El movimiento se había gestado en los cuarteles ante la desgastante guerra que Portugal había sostenido en sus colonias, guerra de la que cada vez se veía más lejana la posibilidad de una salida militar, debido al aumento en la capacidad de fuego que con los años habían logrado los ejércitos de liberación. A la par que el Ejército de los Estados Unidos retiraba sus tropas de Vietnam, por la histórica derrota ante el ejército del Vietcong, en el ejército portugués se debatía el modo de dar fin a guerra colonial.
La guerra en Angola y Mozambique era tan ajena tanto para los soldados como para la población lusitana y el hecho de realizar el servicio militar en los territorios de ultramar significaba la causa de una incomodidad in crecendo por parte de los sectores jóvenes de la sociedad. Ese descontento llegó a las filas del ejército. La joven oficialidad inició hacia el año de 1973 un movimiento clandestino para solucionar el conflicto de raíz, era como arrancar la hierba que impide el crecimiento de las flores por más silvestres que estas sean: se necesitaba transformar el problema de raíz. No era suficiente con cambiar la actitud de las tropas o de los generales hacia el conflicto, se trataba de cambiar las cosas desde la metrópoli misma.
Fue en los cuarteles de donde salió la mano que arrancó la cizaña de los campos. La madrugada del 25 de abril un comando militar tomó las principales radiodifusoras de Portugal y de las Azores y transmitieron al mismo tiempo la canción Grândola Vila Morena del cantante de fado José “Zeca” Alfonso: la señal estaba dada. En algunos regimientos la alta oficialidad fue arrestada pero en la capital las cosas no fueron tan rápidas como en los territorios de provincia y de ultramar.

Por la mañana la población lisboeta salió de sus hogares y el desconcierto inicial se aclaró cuando se supo que eran los capitanes, los mandos medios, los que encabezaban el levantamiento militar y que la demanda principal era la destitución de Caetano y el retiro de las tropas de las colonias. Eso significaba el regreso de los soldados a sus hogares, el fin de una guerra sin consenso entre la población lusitana.
Cuando el gabinete del dictador se atrincheró en el palacio de gobierno y los oficiales de artillería leales al levantamiento rodeaban la guarida, el pueblo respondió con lo que tenía a la mano, con las flores que crecen en los caminos a las afueras de Lisboa, con claveles rojos que fueron colocados en las solapas y bocas de los fusiles de los soldados.
Fue del otro lado del Atlántico donde la demanda universal en búsqueda de la paz tuvo respuesta. Seis años antes se había difundido la imagen de un joven estudiante norteamericano que durante una marcha pacifista pone flores blancas ―también parecen claveles― en las bocas de los fusiles de una amenazante Policía Militar, en las inmediaciones del Pentágono. Eso fue en Washington en 1968, pero en abril de 1974 el clavel rojo se convirtió en un símbolo de resistencia ante las dictaduras militares. Ahora todos querían un clavel, algo que diera esperanza, que dijera que no todo estaba perdido. Chico Buarque lanzó, entonces una canción que refería el asunto, la canción se titulaba Tanto mar. Desde Brasil se mandaba un saludo a la fiesta popular que iniciaba en Portugal y se pedía al pueblo de la antigua metrópoli que mandara aunque sea un clavel, un poquito de esperanza porque de este lado del mar, con tanta dictadura militar la noche apenas comenzaba.

Meses después el clavel se marchitó. Las esperanzas se secaron debido a los pactos que la élite del Movimiento de las Fuerzas Armadas hizo con la élite tradicional de Portugal. Hay voces anónimas que cuentan que el 26 de abril, un día después del levantamiento militar, que pasó a llamarse la Revolución de los claveles, la estatua de Luis de Camões, el principal poeta lusitano en la historia y autor de Os lusíadas, en la plaza que lleva también su nombre amaneció con un clavel rojo en su mano izquierda, en cuyo brazo sostiene su capa. Los poetas, como parece, no se quedaron al margen de esta historia.
(este texto incluye la traducción de cuatro poetas lusitanos, para visualizar visita Círculo de poesía)